miércoles, 7 de octubre de 2009

UNA EXPERIENCIA MÍSTICA

Si alguien os preguntara si en alguna ocasión os habéis sentido plenos, habéis visto a la vida como algo maravilloso, o habéis tenido alguna experiencia que os haya hecho poner la carne de gallina por algo experimentado... ¿que contestaríais?... ¿Quizás algún día que os lo pasasteis fenomenal en una discoteca bailando, gritando a vuestro compañero/a al oído porque la música está un poco alta, y oliendo a humo al llegar a casa?... ¿O quizás cenando con amiguetes de confianza y disfrutando de una buena cena y una buena charla?. Bueno, consulta a tu memoria... es posible que lo hayas sentido en alguna ocasión, o quizás ni sepas que es lo que se siente.

Vivimos en un mundo donde cada día estamos sumergidos en una sociedad donde se nos pide un trabajo, transportarnos de un punto a otro soportando el tráfico, viviendo en una ciudad donde el ruido más común es el de los coches, en fin, vivimos para y por la sociedad. Vivimos por inercia, como si fuéramos con el piloto automático a todos los lados. Pero si nos paramos a pensar en serio y con la conciencia tranquila y sosegada... ¿qué tipo de vida es la que queremos?. Está claro que necesitamos trabajo para vivir, para ganar dinero, para tener cada día más posesiones y caprichos, etc. Pero el dinero, ¿lo es todo?. Necesitamos otras cosas para vivir de manera plena, y estas no son materiales. Necesitamos cosas que nos hagan sentir que vivir por y para la sociedad es importante, que merezca la pena vivir por alguien, por algo o para algún fin determinado. Hay gente que ofrece su vida para ayudar a los demás, sin pedir nada a cambio... son los menos. Otros en cambio viven para amasar cada vez más fortuna y ser más importantes, sin importarles pisotear al prójimo para conseguir sus fines. ¿Quien sería más feliz de ambos?. Si nos paramos a pensar, creo que todos tenemos la respuesta... Muchos buscamos la felicidad en cosas ajenas a nosotros, en conseguir algo o tener alguien cerca con quien compartir cosas bonitas, pero no nos damos cuenta de que la felicidad no está en el exterior de nosotros... está en nuestro interior y en cómo percibimos lo que nos pasa, y ésto desde luego depende SOLO de nosotros. Tarea difícil quizás, pero posible en todos los sentidos.

Si nos preguntáramos quien és el hombre más feliz del mundo, ¿quién sería, cómo se puede saber eso si es difícil cuantificar la felicidad?. Pues bien, éste hombre existe y se ha encontrado. Se trata de Matthieu Ricard, el cual prefiere el monasterio apartado de toda civilización donde vive, en las montañas de Nepal, a tener una bonita casita en la playa. ¿Una cuenta bancaria boyante? Ha entregado todo el dinero de las ventas de sus libros a la caridad. ¿Quizá un matrimonio bien avenido o una excitante vida sexual? Tampoco: a los 30 años decidió acogerse al celibato y dice cumplirlo sin descuidos. En realidad, Matthieu Ricard carece de todas las cosas que los demás perseguimos con el convencimiento de que nos harán un poco más felices. Y sin embargo, este francés de 61 años, biólogo molecular hasta que decidió dejarlo todo y seguir el camino de Buda, es más feliz que tu y yo. Mucho más feliz. El más feliz de la tierra.

¿Cómo puede medirse quién es más feliz?. Pues bien, científicos de la Universidad de Wisconsin llevan años estudiando el cerebro del asesor personal del Dalai Lama dentro de un proyecto en el que la cabeza de Ricard ha sido sometida a constantes resonancias magnéticas nucleares, en sesiones de hasta tres horas de duración. Su cerebro fue conectado a 256 sensores para detectar su nivel de estrés, irritabilidad, enfado, placer, satisfacción y así con decenas de sensaciones diferentes. Los resultados fueron comparados con los obtenidos en cientos de voluntarios cuya felicidad fue clasificada en niveles que iban del 0.3 (muy infeliz) a -0.3 (muy feliz). Matthieu Ricard logró -0.45, desbordando los límites previstos en el estudio, superando todos los registros anteriores. Entonces, ¿qué hacemos tu y yo aquí, no sería mejor seguir sus pasos y retirarnos al Nepal y dedicarnos a la vida contemplativa, en vez e buscar un mejor coche, una mejor casa o una mujer/hombre más estupendos?... ¡Venga, vamos a organizar todos un viaje masivo al Nepal y vamos a darle un puntapié a nuestro jefe, a nuestro alumno más conflictivo, o a nuestra vecina más antipática que nunca nos saluda!. ¿Quién se viene allí y deja todo por ser más feliz?... Humm, veo que nadie levanta la mano... yo no puedo, estoy escribiendo esto... Uff, entonces que pasa... ¿podemos ser felices aquí y ahora?. Bueno, creo que necesitamos todos aprender a educar a la mente. La mente es moldeable, y si nos apuramos, hasta el carácter de una persona se pueden moldear, y digo moldear, no cambiar a una persona. A estas alturas de la vida nuestro carácter ya está muy arraigado, pero podemos cambiar muchas cosas. Lo más importante es cómo vemos nuestra vida y lo que nos pasa. Cambiemos de gafas por un modelo más moderno y acorde con nuestras pretensiones.

Lograr el objetivo de la dicha no es fácil. Ricard ha escrito una decena de libros y cientos de artículos tratando de mostrar el camino y, aunque la mayoría de sus obras se han convertido en éxitos editoriales, el propio autor descarta que su lectura garantice el éxito. Al igual que un logro en atletismo o en la vida laboral, el cambio sólo es posible con esfuerzo y tenacidad, pero Ricard asegura que todo habrá merecido la pena una vez se alcanza el estado de éxtasis mental que logran los elegidos. En su Defensa de la felicidad (Urano), la traducción de su último libro publicado en España, el monje explica cómo nuestra vida puede ser transformada incluso a través de variaciones mínimas en la manera en que manejamos nuestros pensamientos y «percibimos el mundo que nos rodea». El «hombre más feliz del mundo» no sugiere que todo el mundo haga lo mismo para encontrar la dicha. Sólo que aprendamos que la deseada casa de la playa, los millones en el banco o esa pareja tan atractiva tampoco nos conducirán a ella. Aprender a contentarnos con lo que tenemos quizá sí. Por ejemplo, pensemos en estos puntos:

• Vejez: Cuando la agudeza mental y la acción disminuyen, es tiempo de experimentar y manifestar cariño, afecto, amor y comprensión.
• Muerte: Forma parte de la vida, rebelarse es ir contra la propia naturaleza de la existencia. Sólo hay un camino: aceptarla.
• Soledad :existe una manera de no sentirse abandonado: percibir a todos los hombres como parte de nuestra familia.
• Alegría: Está dentro de cada uno de nosotros. Sólo hay que mirar en nuestro interior, encontrarla y transmitirla.
• Identidad: No es la imagen que tenemos de nosotros mismos, ni la que proyectamos. Es nuestra naturaleza más profunda, ésa que nos hace ser buenos y cariñosos con quienes nos rodean.
• Conflictos de pareja minimizarlos. Es muy difícil pelearse con alguien que no busca la confrontación.
• Familia: Requiere el esfuerzo constante de cada uno de sus miembros, ser generoso y reducir nuestro nivel de exigencia.
• Deterioro físico: Hay que aprender a valorarlo positivamente. Verlo como el principio de una nueva vida y no el principio del fin.
• Relaciones sociales: Es más fácil estar de buen humor que discutir y enfadarse. Lo ideal es seguir siendo como somos y utilizar siempre que podamos la franqueza y la amabilidad.
• Felicidad: Si la buscamos en el sitio equivocado, estaremos convencidos de que no existe cuando no la encontremos allí.
¿Qué os parece ésto?. Bonito eh. Pues pensemos en que hoy es nuestro primer día del resto de nuestra vida, y que ya estamos cambiando cosas. Hay muchos libros al respecto, sobre temas de desarrollo personal y de cómo buscar la felicidad en nuestra vida. "El Secreto" es uno de ellos, que yo me propongo leer en breve.

Otra de las cosas que podemos aprender es que lo único que tenemos en realidad es el aquí y el ahora. Ahora me estas leyendo, pero luego... quien sabe si se nos caerá un meteorito encima y nos iremos todos al garete, o tendremos un accidente de tráfico, o vete a saber qué nos pueda pasar. Hay que ser realistas, así que vivamos el presente y disfrutemos con todo lo que hagamos, exprimamos a la vida, exprimamos nuestras experiencias para sentirlas al máximo. Cualquier cosa que hagamos, simplemente estar en la playa sintiendo el mar y la brisa rozar nuestra cara, hacernos sentir que estamos vivos y que la vida es lo más maravilloso que tenemos, y dar gracias por ello.

Hace tiempo tuve una experiencia que pocas veces había sentido, la cual me hizo ver la vida de una forma un tanto peculiar, una experiencia que difícilmente hubiera podido tener en el bullicio de la ciudad, una experiencia que me hizo recordar que formamos parte de nuestra madre naturaleza… ponte cómodo, la música de fondo, y déjate llevar por tu imaginación… Era un día de primavera, soleado, cuando empiezan a brotar las flores y la temperatura del aire empieza a caldearse después de haber pasado el equinoccio. Como otras veces, me disponía a darme un paseo en la soledad de la naturaleza. A veces tenemos que hacer estas cosas. La soledad buscada es necesaria para meditar y para poder equilibrar nuestros pensamientos. Así que ese día me planté la mochila en la espalda y me embarqué, o mejor dicho, me emboté las botas, y me dirigí hacia una zona de Los Alcornocales que conozco, pero sin rumbo fijo. Es un valle encajonado de un río, que posee en su cabecera una especie de olla rodeada de montañas, donde los helechos cubren todo el suelo en esta época. El paseo es agradable, con el rumor de las aguas cerca, la brisa silbando entre las hojas… pasaba por un túnel de vegetación y la hojarasca crujía tras mis pasos. En ese momento estaban mis cinco sentidos alerta, para intentar exprimir todo lo que pudieran captar… ruidos, olores, texturas… te paras un instante y te relajas… sientes todo a tu alrededor…

Después de un buen rato andando, me dispuse a pararme a descansar y a comer algo para reponer fuerzas. Me senté en la base de un árbol majestuoso, rodeado por multitud de helechos que casi me llegaban hasta los hombros, con lo que apenas se me vería desde el entorno. Luego una pequeña siesta… Fue cuando empezaba a quedarme más relajado, ya que casi nunca logro llegarme a dormir en el campo, cuando ocurrió. Escuché un sonido cerca de mí, era un movimiento entre la hojarasca, lo cual me puso en alerta puesto que no sabía que podía ser. Abrí los ojos rápidamente para ver que era, pero sin pestañear, para pasar lo más inadvertido posible antes de hacerme presente. Giré la cabeza lentamente y ahí estaba. Le llaman el duende del bosque, porque es muy esquivo y pequeño, y suele moverse en solitario. Tiene dos cuernecillos en la parte superior de la cabeza, pequeños, y un color pardo. Los científicos le llaman capreolus y mide de 160 a 250 cm y suele pesar alrededor de los 20 kg. Pero de manera coloquial le llaman corzo. Allí estaba. Pasó cerca de 6 metros de mi, sin inmutarse, como si yo ni estuviera por allí. En un momento dado giró la cabeza para dirigir su mirada hacia mí, como pensando que ya me había visto y que sabía que yo estaba alli. Nos quedamos los dos mirándonos mutuamente, yo sin pestañear. No se el tiempo que duró aquella mirada, pero a mi me pareció eterna. Es curioso, pero en ese momento sentí como si me hubiera comunicado con él a través de la mente. Yo pensé, tranquilo, no voy a hacerte nada, soy un ser vivo más de este medio y comparto hoy este espacio contigo. Mi nuevo amigo, se fue lentamente, tal como vino, y desapareció entre la maleza.

Yo me quedé pensativo durante un buen rato, quizás esperando que volviera, pero creo que no supe como reaccionar. Por un momento me quedé quieto y me sentí por primera vez totalmente integrado en un medio. Sentí incluso un escalofrío por todo mi cuerpo durante aquel encuentro. No se si alguna vez habéis experimentado algo parecido, pero si os parece un poco absurda toda esta historia, os aseguro que no lo es, que puede experimentarse una sensación plena en cualquier momento y en cualquier lugar, sensación que nos haga sentir que merece la pena estar aquí para poder disfrutar de nuestra madre naturaleza y todo lo que la rodea… Tan sólo tenemos que dejar abierta la puerta a nuestros sentimientos más profundos… y dejarse llevar…

CÓMO SER AQUI Y AHORA: REFLEXIONES


Parece ser que en este mundo y en esta sociedad actual vivimos inmersos en una inercia de la que es difícil salir, abocados a un consumismo extremo, donde parece que quien más tiene más vale, y donde el disfrute de la vida parece difícil si no disponemos de grandes logros y posesiones. Pero no nos damos cuenta que el verdadero sentido de la felicidad no esta en poseer, sino en saber sacar el máximo partido a las cosas que ya tenemos.

Un principio podría ser el buscar la felicidad en la belleza de las cosas, que puede que sea lo único que merece la pena. Podemos buscarla en cualquier sitio, por pequeño que sea, ya que la belleza no radica en las cosas en sí, sino en los ojos de quien la contempla. Podemos encontrarla en una simple puesta de sol, en una tarde tomando un café con algún amigo y en una conversación amena, o mirando al más diminuto animal que podamos encontrar. No en vano, muchos científicos han encontrado gran placer en sus investigaciones porque han sabido buscar la belleza en sus experiencias y han sabido disfrutar de cosas que el más vulgar mortal no encontraría por no saber apreciarlas.


También en nuestra sociedad impersonal parece que nos sentimos manipulados por la misma, y parece que debemos ser como la sociedad nos impone, con unos gustos, por ejemplo que si se salen de lo que ella pide ya nos tachan de bicho raro. Deberíamos ser nosotros mismos, y no dejar que los demás influyan en nuestro devenir, en todo caso deberíamos fijarnos en nuestro entorno para aprender de él, tanto de lo bueno como de lo malo, para no caer en los innumerables errores que cometemos todos.

No estaría de más esbozar una bonita sonrisa cada día, para así poder ver la vida con más optimismo. Seguro que ésto nos ayudará a reirnos de muchas cosas que nos pasan, y a ver las cosas con sentido del humor. Por el pasado no podemos hacer nada, desde luego, tan sólo aprender de él, y no deberíamos darle vueltas a las cosas que nos pasan y por las que ya no podemos hacer nada, no tiene sentido estar todo el día lamentándose. Hay que mirar para adelante y ser valiente afrontando todos los retos que se nos proponen, procurando no causar ningún problema a nuestros cercanos compañeros de sociedad, y si algo podemos hacer por ellos seguro que nos lo agradecerán y así creceremos algo más interiormente.

Aprende de la vida, conociéndola mejor se aprecian más las cosas y se valora más nuestro entorno. Todas las cosas que podamos mejorar siempre serán bienvenidas. Deberíamos de tener siempre presente que no deberíamos tratar a los demás como no nos gustaría que nos trataran a nosotros. Así, y de ésta forma, tendríamos que crecer personalmente día a día, hasta aportar nuestro granito de arena y... quien sabe si algún día podamos conseguir una sociedad mejor para todos, desde luego el futuro comienza en nosotros mismos.